Siguiendo la imagen sugerida por Rodari en
"Gramática de la Fantasía" se están produciendo las primeras ondas que mueven la lisa superficie del lago.
En este caso es Susana Merino, profe en el colegio Pintor Sáez de Laredo, la que nos manda una propuesta para finalizar el cuento número uno.
Pero antes nos manda una frase que, desde mi punto de vista, resume mejor que nada la filosofía del libro:
"Me ha
gustado mucho la originalidad de tu libro. Además ha despertado mi imaginación y automáticamente mi mente se ha
puesto a trabajar."
El final que nos propone es el siguiente:
"... Entonces cogió el mando a
distancia ergonómico y pulsó el botón de encendido.
En la pantalla, para su sorpresa,
apareció María, más guapa que nunca, mirándole con sus ojos verdes. Ya casi no
se acordaba de lo bonitos que eran.
Después de unos segundos la imagen
de María comenzó a hablar:
_ Querido mío, te he echado mucho de
menos: tus regalos, tu compañía, tus poemas, todo lo que hablábamos cada día...
Una tarde de las que no acababas de
llegar me harté de esperar y salí a la calle. A buscarte.
Entonces te vi allí, en el
escaparate de esa tienda nueva de electrodomésticos, y en tu mirada recordé
cómo me mirabas a mí cuando aún me querías, antes de que esta pantalla se
interpusiera entre nosotros. Así que tomé una decisión: fui a la tienda y
compré esta televisión que tanto adoras. Es para ti. Si en verdad la quieres
tanto vete con ella, llévatela a casa y no te preocupes por mí._ en ese momento
una lágrima resbalaba por la mejilla de María, de esa María que estaba dentro
de la pantalla hablándole; y a él se le empezaba a revolver algo dentro del
pecho, mientras María continuaba diciendo _ Eso sí, quiero que sepas que si
algún día te das cuenta de que este amor que sientes es ficticio y artificial,
yo siempre estaré esperándote. Porque yo siempre te he querido y siempre te
querré, amor mío. Un beso muy fuerte. Te deseo lo mejor.
La grabación terminó y la pantalla
pasó al negro, de modo que volvió a ver su propia imagen reflejada en ella. Se
veía triste, plano, gris, en comparación con el color azul del vestido de
María, su piel sonrosada, su pelo negro ondulado... Y entonces él también tomó
una decisión. En ese momento cogió el televisor, metió el mando a distancia en
su bolsillo y con gran dificultad, pues era grande y pesada, se fue a la
tienda, dejó allí el aparato y se fue a su casa a pensar.
Al día siguiente, en cuanto salió el
sol, volvió corriendo a casa de María. Ni siquiera se acordó de mirar el
escaparate. Tenía tantas ganas de verla, de tocarla, de abrazarla. Quería
escuchar todo lo que quisiera contarle, sin prisa, hundiendo su mirada en esos
ojos verdes que tanto le gustaban. Además tenía que darle las gracias por su
amor incondicional y por lo que había hecho por él: hacerle despertar de una
pesadilla."
Gracias, Susana.